Death Stranding y el peso de conectar: una reflexión personal

¿Qué se siente al jugar Death Stranding?

Death Stranding es un juego que, por momentos, se siente como si luchara en tu contra. Sus mecánicas pueden ser frustrantes, su mundo es hostil, y los paisajes desoladores moldeados por el Timefall solo refuerzan esa sensación de soledad.

Jugarlo, en teoría, debería deprimirte. Pero conmigo no fue así.

Un prejuicio inicial

Debo admitir que tenía un bias, como muchos. Viniendo de Hideo Kojima, creía saber qué esperar. Pero no fue así. Las primeras horas me absorbieron por completo. Me metí en la piel de Sam.

Sam sufre de hafefobia, un miedo al contacto físico. Esto hace que el más mínimo gesto de afecto sea imposible para él. Sumado a que trabaja solo como freelancer, está aislado casi por completo.

¿Ves hacia dónde voy?

Sam representó una versión de mí mismo: alguien que encuentra consuelo en el aislamiento. No parece sufrir por la falta de conexión humana, y cuando accede a ayudar a reconectar América, lo hace únicamente para salvar a su hermana, el único vínculo que aún valora.


Secuelas del Death Stranding

La resistencia a reconectar

Sam empuja su independencia hasta el límite. Negocia con Bridges, la organización que busca unir a la nación, con una actitud de desconfianza. Para él, todo esto es una molestia. Algo impuesto.

“¿Por qué debería importarme lo que ustedes quieren hacer? Yo estoy bien como estoy. Si no molesté a nadie, ¿por qué me molestan a mí?”

Me sentí identificado.

El viaje y la desconexión emocional

A lo largo de su misión, Sam conoce a otros miembros de Bridges y a los encargados de diversos refugios. Como Porter, es indispensable. Lleva medicinas, objetos de valor sentimental, herramientas esenciales… y es celebrado por ello.

Pero él no responde con emoción. No acepta halagos ni agradecimientos. Evita establecer vínculos. Para él, es solo “una entrega más”.

Y sin embargo, para el resto, es mucho más. Aprecian genuinamente su esfuerzo, su presencia. Esto queda especialmente claro en su conversación con Heartman, quien le pregunta sobre su familia, con interés sincero.



Sam como metáfora de la depresión

Fue ahí cuando todo hizo clic: Sam es una representación de la depresión.

Solo trabaja. No tiene hobbies. Tiene ciclos de sueño extremos. No muestra apetito, ni alegría. Es irritable, negativo, y evita la compañía. Su miedo al contacto es un espejo del miedo a abrirse emocionalmente.

Y al ver eso, solo sentí empatía.

Empatía por alguien que está igual de mal que yo estuve alguna vez. Y que ni siquiera se da cuenta. Lo ha normalizado.



El duelo y el cambio

Sam no siempre fue así. Antes, tenía esposa e hijo. Pero todo cambió tras perderlos. Se alejó de Bridges, se desconectó del mundo.

Pero hay un punto de inflexión: Lou, el BB (Bridge Baby), su compañero en esta misión.

Para avanzar, necesita de él. Por primera vez, Sam no puede hacerlo todo solo.

Con el tiempo, desarrolla afecto por Lou. Se preocupa por él. Y cuando se lo llevan, sufre. En cierto momento del juego, Deadman le explica que Lou está en un estado intermedio entre la vida y la muerte, y que su apego a Sam lo está anclando más al mundo de los vivos.

Sam, que rechazaba toda conexión, empieza a sentir algo genuino.

Aceptar la ayuda, aceptar a los demás

Death Stranding me enseñó que no está mal depender de los demás. Que conectarse con otros no es una debilidad, sino una necesidad humana.

Sam no es “un buen amigo” en el sentido tradicional. Pero cuando llega, la gente lo celebra. Es solemne, hasta que está a solas con Lou. Es ahí donde se permite sentir.

Y así, acepta nuevamente a las personas en su corazón. Porque, a pesar de todo, las personas lo necesitan. Y él empieza a necesitar a las personas también.



La masculinidad y el miedo a la necesidad

Hay un tema profundo que atraviesa esta historia: la masculinidad y la dificultad de mostrarse vulnerable.

Muchos hombres fuimos educados para resolver, para no molestar, para no pedir ayuda. Pero Death Stranding me recordó que no podemos —ni debemos— hacerlo todo solos. Que aceptar ayuda no nos hace menos. Que está bien sentirse necesitado, y que también está bien necesitar de los demás.

Cierre

Comparto esto porque, quizás, a alguien más le sirva tanto como a mí. Tal vez alguien se vea reflejado en Sam, o en mí. Y tal vez, te animes a jugar Death Stranding antes de que salga la segunda parte.

O al menos, que te lleves una nueva perspectiva.

Una que te recuerde que el miedo a relacionarse está ahí, sí. Pero también está la belleza de compartir, de abrirse, de formar vínculos con los demás. Porque las relaciones no son puramente utilitarias, pero todos necesitamos algo: afecto, apoyo, reconocimiento, escucha.

Y eso está bien.



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Gerardo Aguilera

Apasionado por los videojuegos y la cultura pop, comparto mi experiencia como streamer con gameplays, análisis y contenido sobre la industria. Me encanta explorar nuevos títulos, probar desafíos y conectar con la comunidad

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