La vida es un despelote
El fútbol forma parte de la vida de mucha gente. Decirlo, por más que parezca una obviedad, no está de más. Desde hace unos días vengo jugando Despelote, un juego ecuatoriano desarrollado y escrito por Julián Cordero. Desde VJS Media agradecemos a Big in Latam por habernos provisto de una clave para la reseña de este juego que, a más de un futbolero, le tocará una fibra sensible por la ternura con que está hecho.

La inocencia de un niño
Despelote está estructurado como en una serie de sucesos. Yendo fecha por fecha durante los últimos partidos de las Eliminatorias Sudamericanas, iremos descubriendo, a su vez, la vida de un joven niño que solo quiere jugar. La historia está ubicada en Quito, Ecuador, en el año 2001. Donde Julián, un niño de apenas 8 años, se encuentra con una selección ecuatoriana próxima a clasificar a su primer mundial, mientras que Ecuador atraviesa una crisis económica.
Partiendo de una premisa simple, este juego nos llevará día tras día a conocer los diferentes aspectos de la vida de Julián: sus compañeros, su familia, el videoclub y la canchita de fútbol. Despelote, para mí es una obra de realismo mágico, algo que se nos da expresamente bien a los latinoamericanos, porque está contado todo como recuerdos, que se acercan cosas que se codean con lo fantástico. Es un juego que logró tocarme el corazón.
Durante el tiempo que jugué Despelote no dejé de pensar un solo instante en el cuento de Eduardo Sacheri: «Qué en Paz descanse«. Un cuento que relata la vida de un niño en un barrio donde conoce su amor, el fútbol y a los amigos que van y vienen. Este juego tiene muchas similitudes, porque es convivir con el día a día, los planes de la familia, el ir a la escuela y encontrar esos momentos donde podemos disfrutar de una pelota y nuestros amigos.
Uno de los detalles que más me gustó de este juego es lo increíble y bien hechos que están los diálogos. Desde los adultos teniendo conversaciones de adultos, hasta los niños con su imaginación y planteamiento de resoluciones a los problemas que surgen durante el juego son excelsos y reflejan muy bien la mentalidad de cada grupo que participa en este juego. Jamás voy a olvidar cuando Julián y sus compañeros tuvieron que bajar la pelota que había quedado arriba del árbol. Todo ese momento fue mágico.

Siempre fue más que un deporte
El fútbol, para aquellos que lo disfrutan, es algo importante y Julián Cordero nos lo recalca constantemente en Despelote. Este juego logró conectarme a un montón de situaciones que, como el desarrollador dice al final, «le hubiese gustado disfrutar más». Apenas escuché eso, me sentí nuevamente en el año 2007, en el departamento de unos amigos de la familia. Esa noche, Boca jugaba contra Gremio la final de la Copa Libertadores. Había vuelto Riquelme y Boca salía a la cancha con shorts amarillos y la clásica azul oscuro y oro.
Esa noche vi, en los ojos de mi viejo, una cara de felicidad que solo volví a ver cuando Argentina salió campeona del Mundial de Catar 2022. Nunca es solo fútbol, nunca son 22 tipos detrás de una pelota. Este deporte conecta y despierta las emociones más sinceras que he visto. Porque cuando un equipo gana, una alegría colectiva invade el cuerpo y nos lleva a estar felices con algo que no sirve para nada, pero nos hace sentir bien.
Despelote es una especie de autobiografía. Funciona porque el propio Julián, quien desarrolla y es protagonista a la vez, nos quiere mostrar su ciudad, sus recuerdos y como él vivió aquellos momentos. Pero lo lindo, es que es muy sencillo hacernos sentir identificados con este juego, entonces es importante destacar que por más que la historia no circule a nuestro favor, es profunda y conecta con el usuario. De mi parte, he de decir que me encuentro completamente fascinado con este juego.
Otro apartado que me gustaría poner por encima, además de una banda sonora acorde para el juego, es su estilo visual. Cada plano del juego cuenta algo. De una manera cuidadosa, los recuerdos más presentes se destacan de los elementos borrosos que tiene el escenario, logrando así una vista hermosa de la plaza que solía recorrer Julián y sus amigos. El señor que alimenta a las palomas, el vecino que vendía chochos y el hombre que paseaba a sus perros son parte de un recuerdo muy hermoso que Julián Cordero nos regala a los jugadores.

Me voy a acordar toda la vida
Despelote logró demostrar, una vez más, que los juegos indies son los que mejor abordan las experiencias únicas. Este tipo de juegos son, en su gran mayoría, los que ofrecen mejores momentos únicos por la forma en la que relacionan al usuario. Es el caso de este juego que tan solo durando dos horas, logró hacerme viajar al pasado para recordar aquella noche en la que Boca logró su sexta Copa Libertadores. Logró hacerme dar cuenta —una vez más— de lo que una simple pelota entrando en un arco puede lograr.
Así como el Mundial del 78 logró calmar las aguas de un país diezmado por la dictadura y gol de Maradona en el 86 fue un grito de justicia ante los piratas, este juego nos pone en el papel de un niño al que vive en la inocencia del día a día; mientras su país cae económicamente. Queramos o no, el fútbol siempre vendrá a levantar los espíritus cuando la oscuridad invada cada rincón. Un simple momento de 90 minutos puede unir a todo un país y empujarlo a que siga adelante pese a los problemas.
En resumen:
Aspectos positivos:
- Historia
- Jugabilidad
- Arte
- Planos narrativos
- Diálogos
- Diseño de juego
Nota final: 10/10
Despelote vino para quedarse en el inconsciente de todos aquellos que lo jueguen. Es una obra de arte simple, cuidada y repleta de carisma. Tiene los detalles más hermosos que he visto en los últimos tiempos y no teme en cortarte una historia personal. Es un homenaje a Quito y a Ecuador, un homenaje a la gente que vivió ese momento y el fútbol fue más que suficiente hacernos sonreír y repetir: ¡Sí se puede!